El Belén quiere expresar plásticamente el sentido, el alma de esta Navidad del 2011 en este pueblo castellano casi despoblado.

Todo el conjunto es un amplio espacio campesino de Tierra de Campos. En él se han distribuido armónicamente construcciones señeras de la localidad, simbolos del lugar y de la Navidad.

Está la torre de la iglesia con sus campanas y reloj, que marca las doce, hora que anuncia la hora nueva a los doce vecinos que quedan. Es bonita, la ha hecho Toño, que sabe y tiene sensibilidad.

De bajo del puente del fecundo Canal de Castilla que por aqui pasa, como si de un arco triunfal se tratase, están José, María y el Niño que nace fuente de vida; pero reflejando la pobreza absoluta de la crisis de hoy y de siempre. Fernando ha puesto su habilidad con la madera.

Angeles de papel brillante de corte infantil, ponen una nota de colorido y alegría. No hay niños, pero en cada corazón adulto aparece una sonrisa fruto de aquella edad vivida.

Una caseta en ruinas elaborada en barro, da su nota de nostalgia en ese paisaje despoblado, en esa llanura vacia, en ese villancico mudo.

El pueblo de hoy en día, aparece a un lado, ensoñado, idealizado en el manto blanco del pasado invierno.

Y, como en el pueblo, en este Belén, no hay ni buey ni mula, ni pastores ni rebaños ni reyes magos ni camellos ni caballos, aqui no llega ninguna cabalgata pues no hay niño que la espera.

Completan este cuadro plástico del belen, tres orzas de barro cocido, con su corona, es el don que los Reyes nos han concedido, y que los promotores del Belén ofrecen a todos los vecinos, visitantes y amigos.

La primera orza ofrece el oro, que es el tiempo que aquí se nos regalan, se vive sin prisas, se degusta y se paladea.

La segunda da el incienso, naturaleza llena de aromas en placer de sentir la tierra labrada, las mieses cortadas, el paseo pisando romero, lavanda y tomillo.

La  tercera nos deja la mirra, el ungüento que cura, alivia y ayuda. En la mirra está la gente que comparte, que no encierra en su individualidad, que se alegra con la alegria ajena, y llora con las lágrimas de quienes penan.

Tres dones en orzas curtidas por el uso de generaciones pasadas. Hoy en Requena, el pasado y presente se funde alegrando el existir de este pueblo despoblado.